
Caretas
Jueves 07 de Mayo de 2009

Entonces no sucedió, pero ahora sí. En lugar de aquella guerra entre hermanos gracias a la cual hoy se habla español en nuestra tierra, un grupo de cajamarquinos viajó a Cusco para contar cómo luchar contra el crimen y escuchar cómo salir de la pobreza.
Este viaje extraordinario, de más de 40 horas en autobús, llevó a una delegación escogida de dirigentes ronderos de Bambamarca a encontrarse en el Cusco con los yachachiq, (en quechua: el que sabe y comparte), esa palabra, ahora casi mítica, que describe a los campesinos altoandinos que han logrado salir de la pobreza rural extrema aplicando un conjunto articulado de tecnologías intermedias, baratas y fáciles de utilizar, las cuales son luego explicadas y enseñadas por ellos a otros campesinos.
Así, dos casos de éxito notable –del norte y el sur del Ande– se encontraron en la provincia de Canas en el Cusco el miércoles 29 pasado. De un lado, los ronderos de la provincia de Hualgayoc, en Cajamarca, muchos de ellos fundadores de esa extraordinaria organización de campesinos que, mediante la fuerza de su cohesión, logró detener primero y eliminar después el abigeato y casi todo otro crimen significativo en su región. En el proceso enfrentó con éxito al senderismo en Cajamarca. Además, logró todo eso pese al hostigamiento de muchas autoridades, hasta que su éxito la convirtió en el tipo de fuerte organización con la que todo el mundo quisiera estar aliado.
Conquistada la seguridad en Bambamarca, persistió la pobreza. Pese a sus recursos, sobre todo mineros, Cajamarca es uno de los departamentos más pobres del país. Ahora, los líderes del movimiento rondero buscan aplicar la fuerza de su organización para enfrentar los mayores problemas de la región: la relación del campo con la mina; las formas de luchar contra la pobreza.
El Instituto de Defensa Legal (IDL), asesora desde hace años a los ronderos de Bambamarca, a través del área de Seguridad Ciudadana, que yo dirijo ahora. En el pasado reciente, por ejemplo, hemos ayudado a capacitarlos para las eventuales negociaciones con las minas. En Seguridad Ciudadana de IDL subrayamos que la criminalidad representa principalmente un impuesto confiscatorio a la pobreza. Pero, lograr la seguridad, como lo consiguieron las rondas, no significa superar automáticamente a aquella.
En la búsqueda de estrategias y soluciones prácticas que pudieran funcionar establecimos contacto con Carlos Paredes, el gestor de esa revolución social y económica en los Andes que es la “Sierra Productiva”, el conjunto de tecnologías productivas cuyos practicantes y evangelizadores son los yachachiq.
Paredes, un ex militante de izquierdas, intenso y articulado, que ha dedicado gran parte de su vida a mejorar las condiciones de vida de los campesinos, empezó el movimiento de Sierra Productiva en los años 90, en lo más duro del Fujishock, que golpeó con particular crudeza a los pobres del campo. En esa época, recuerda Paredes, las cosas se deterioraron tanto que, si antes se compraba una gaseosa con el equivalente de un kilo de papa (lo cual ya era un mal término de intercambio), luego del Fujishock se necesitó una arroba de papa para poder comprar esa misma gaseosa.
Lo interesante es que el esfuerzo de desarrollo de “Sierra Productiva” fue organizado por Paredes desde la Federación de Campesinos del Cusco. El objetivo era simple: cómo sacar a los campesinos de la pobreza extrema sin ayuda del Estado. La respuesta fue encontrar tecnologías intermedias baratas, innovadoras, de fácil aplicación y mantenimiento. Los promotores y artífices de esa estrategia iban a ser los yachachiq, los líderes campesinos en las nuevas tecnologías. Se trataba de preparar a pequeños agricultores y ganaderos lugareños, que luego transmitieran esos conocimientos a sus vecinos.
Sierra Productiva ha tenido un éxito sostenido en Cusco, luego en partes de Huancavelica y, ahora, Junín y varias otras partes de la Sierra. Ese sistema horizontal de transmisión de conocimientos prácticos ha demostrado ser una de las estrategias más eficaces para sacar a los campesinos del Ande de una pobreza de 400 años.
Hace pocos meses llevamos a Paredes a Bambamarca. Sus exposiciones fascinaron a los ronderos. El siguiente paso era ver los resultados en el campo. Así, mediante un convenio con el Gobierno Regional de Cajamarca, que solventó los gastos del viaje, una delegación de ronderos emprendió el largo viaje desde la sierra cajamarquina a la cusqueña.
Sombreros y chullos se encontraron por primera vez en Yanaoca, a 3 mil 800 metros de altura, en la provincia de Canas. Ahí, la estrategia de los yachachiq tiene algo más de 14 años de existencia. Luego, los ronderos visitarían comunidades yachachiq en la provincia de Acomayo.
La primera visita fue a Alodia Lazo, de la comunidad de Pampamarca. Alodia se ha especializado en la transformación de productos. Ella elabora yogur, queso, todo tipo de mermeladas de hortalizas (incluso de nabos y espinacas y tortas tan extrañas cuanto sabrosas de, por ejemplo, brócoli y alfalfa. Alodia vende ahora yogur y queso al programa del Vaso de Leche de la municipalidad de Pampamarca, entre otras. Es una empresaria de evidente éxito local, que dejó hace tiempo la pobreza y cuyo problema mayor ahora es cómo administrar el crecimiento.
En Yanaoca, la capital de Canas, se realizaba por primera vez una feria ganadera, donde se transaban algunos impresionantes ejemplares de ganado de carne. Eso no hubiera sido posible hasta hace unos pocos años, cuando el pasto escaso alimentaba a unas pocas reses criollas de bajo peso y mínima producción lechera. Todo comenzó a cambiar con los pastos mejorados, me explica Paredes. La base de los cambios está en lograr riego tecnificado todo el año. El agua, recolectada de pequeños manantiales y demás, es concentrada en modestos reservorios (hoyos cubiertos con geomembranas en la mayor parte de los casos) y distribuida desde ahí mediante sistemas simples pero eficaces de riego por aspersión. Vi aspersores hechos con lapiceros sin carga y jeringas, que funcionaban muy bien.
El primer objetivo de ese riego es tener pastos mejorados todo el año. Y ahí, la vida cambia. Donde antes malvivía una que otra vaca raquítica, ahora se puede tener programas de engorde de ganado en ciclos de tres meses. El cambio que eso solo ha traído en los niveles de ingresos, es dramático. Y ha tenido otros efectos muy importantes: donde antes la mayoría de la población de hombres jóvenes emigraba cada año para trabajos estacionales en la selva o la costa, peligrosos y mal pagados, ahora casi todos se quedan con sus familias. Porque, entre otras cosas, el progreso significa tener mucho más que hacer en las chacras.
“Mientras en Cajamarca se concentraron, por necesidad, en la seguridad ciudadana, aquí nos concentramos en la seguridad alimentaria”, dice Paredes. Y ese es el segundo gran paso en la revolución productiva de los yachachiq: pequeños huertos de hortalizas, junto con la crianza de animales menores, especialmente cuyes, micropiscigranjas con peces carpas y, también, invernaderos rústicos (o fitotoldos) donde siembran en forma completamente orgánica cultivos de climas calientes. Así, vimos sandías, melones y tomates a 3 mil 800 metros de altura. Pese a lo sorprendente de esa producción, lo más notable era ver el orgullo de los yachachiq por lograr esos pequeños milagros vegetales.
Sierra productiva promueve 18 tecnologías interrelacionadas para lograr el mejor desarrollo agrario. Aparte de lo mencionado proponen miniparcelas de hasta ocho especies de granos y tubérculos. Agroforestación. Elaborar abonos orgánicos. Purificación del agua. Cocinas mejoradas. Letrina seca. Terma solar. Cocina solar. Y biodigestores. Los efectos han sido varios: mejoras marcadísimas en la alimentación, la salud y la higiene de las familias y, sobre todo, la gran mejoría económica: la revolución productiva en el Ande mediante el esfuerzo propio.
Los ronderos, que evalúan y discuten todo entre ellos, retornan a Cajamarca. El futuro está ahora bastante más claro para ellos. Dentro de pocos meses caminarán los campos de Bambamarca los primeros yachachiq ronderos.